miércoles, 23 de junio de 2010

SABIA VIRTUD DE CONOCER EL TIEMPO


Hablar del tiempo no deja de estar de moda. Siempre es un buen momento para ocuparnos de su paso. Giramos invariablemente en la órbita del tiempo, y a veces nos preguntamos cuál es la mejor manera de aprovecharlo, cómo evitar que simplemente se nos vaya, cuándo es el momento adecuado para hacer o dejar de hacer algo.
En el centro de la vida cotidiana contemporánea ya no se encuentra el mero transcurso del tiempo, sino el ritmo que le damos a su uso. La velocidad, con que ahora nos vemos obligados a ocuparnos de las personas y las cosas, nos impone una manera de relacionarnos con el tiempo en la que el deseo de huída parece ser su característica principal; escapar del implacable acontecer del tiempo, del compás interminable del reloj y sus manecillas, del suceder que nos lleva de la juventud a la senilidad y la muerte.
Una de las tareas del artista es detenerse a exponer el significado profundo de los acontecimientos en relación al transcurso de las horas y los días. Invitarnos a hacer una pausa, para recordar que estamos hechos de las semanas y los meses pues, como dice Jorge Luis Borges en un pasaje de Otras inquisiciones: “El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre, es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.”
La expresión de este mismo espíritu se da, como motivo y tema, en Anuario, de Mario Torres. En los trece poemas que conforman el libro, hay un acontecer que se presenta en el tiempo, pero de manera muy distinta a como transcurre en la realidad.
Mario Torres despliega la marcha del tiempo de forma constante, uniforme, pasando por los meses de uno en uno en el orden conocido por todos y, no obstante, los días se nos vienen encima de manera que, en unas cuantas páginas, asistimos a una historia cuyos episodios han acontecido en muchos años: “El tiempo añade apodos/a granel, sin eufemismos,/lo que más fastidia de ti mismo/lo dice simple, del peor modo.”
El tiempo real se transforma al decantarse en el lenguaje poético para quedar suspendido. No es que en la literatura el tiempo transcurra sólo en apariencia, sino que en ella apreciamos una clase distinta de duración, un ritmo temporal modificado y, sin embargo, el mismo; pues, como diría el maestro Sergio Pitol, “Todos los tiempos son en el fondo un tiempo único”.
En los poemas de Mario Torres la vivencia es atemporal y despersonalizada, a la vez en el interior y fuera de la historia, más cercana a la conciencia del poeta y su manera de observar el mundo que a lo meramente anecdótico. En Anuario ni los trabajos y las penas, ni la sed y el hambre, ni los días y las hojas, ni siquiera los amores y paseos, se limitan a narrar hechos concretos, ni buscan la pirotecnia de las imágenes brillantes, sino condensar la vivencia en una aparente paradoja: detener el tiempo para observar su paso, para descubrir que somos tiempo y aquello que nos falta: “Todo el mundo con un ojo/es ver la mitad,/es junio, hemisferio del tiempo.”
Escribir es un intento de someter al tiempo, un acto violento contra el olvido. Literalmente, el acto de creación es un robo al tiempo. Un acto prometeico que nos recuerda que el arte es siempre un retorno al mito: “si ya a los dioses robé el fuego/¿qué me das por este mes,/si lo devuelvo al tiempo?/(¿qué me dan si lo devuelvo al tiempo,/qué me dan si les devuelvo el tiempo?)”
Seguramente los poemas de Anuario le devolverán muchas alegrías a su autor, y ahora será momento de recibir abrazos y felicitaciones. Su destino final está en otras manos, las de ustedes lectores, y como dicen unos de sus versos, “Haz lo que te corresponde, tiempo,/toma tus días y dale aliento/a los meses que esperan por su nombre”.
En cuanto a mí, presentar el libro de Mario, mi hermano por lo civil, me ha puesto un poco melancólico. Y cuando digo un poco quiero decir terriblemente. Los que lo queremos, y no me dejarán mentir la mayoría de ustedes, hemos introducido a nuestra manera de medir los años frases como: “cuando Torres acaba de publicar Lunas de jade, poco después de la boda de Paty y Mario, antes de que el pelón se fuera nuevamente a Oaxaca, entre muchas otras, que hablan de lo mucho que valoramos el tiempo compartido con él.
Desde mañana, que un poco de distancia vuelva a separarnos, comenzaremos a decir “que ayer eras otro año/que fechar será lo complicado/estas semanas”.

(Texto leído en la Galería de Arte Contemporáneo, de Xalapa, el 12 de junio de 2010)